Elvira Amor, Félix de la Concha, María Jesús G. Garcés y Ernesto Cánovas expone en el CAB | BURGOSconecta

2022-06-03 22:02:15 By : Ms. selling VEVOR

Presentación de las exposiciones con los artistas. / bc

El Centro de Arte Caja de Burgos CAB inaugura este viernes, 3 de junio, sus tres nuevas propuestas artísticas, concebidas, respectivamente, por Elvira Amor, Félix de la Concha, María Jesús G. Garcés y Ernesto Cánovas, en colaboración con Gracjana Rejmer-Cánovas, y que permanecerán abiertas al público hasta el próximo 25 de septiembre.

Elvira Amor, uno de los nombres indispensables en el arte actual español, genera una relación especial entre las obras a partir de elementos exentos que cobran autonomía escultórica. Félix de la Concha muestra paisajes urbanos y periurbanos mediante composiciones que rebasan los esquemas convencionales de la simetría, la profundidad de campo o la capacidad panorámica del ojo. María Jesús G. Garcés llega al CAB con una propuesta contiene bodegones, flores, lugares alojados en la memoria del arte y en su obra y en los que lo ausente es tan relevante como lo presente. Y Ernesto Cánovas, en su primera exposición en un centro de arte español, muestra un trabajo que sobresale por el empleo de la sugerencia, el equívoco y la evocación como armazones estéticos.

'Verde llano, rosa oblicuo' En la actual renovación de la pintura como soporte creativo Elvira Amor se ha venido consolidando como uno de los nombres indispensables desde su –todavía– reciente aparición en el arte actual español. Nacida en Madrid en 1982, sus primeras exposiciones individuales en nuestro país se fechan solo a partir de 2017.

«Me gusta pensar en que la manera ideal de ver mi obra es a través de un conjunto. Es en una composición con varias piezas que se puede transmitir su sensación, el ritmo entre una obra y la siguiente...», explica Elvira Amor sobre su propuesta para el Centro de Arte Caja de Burgos CAB. Una comprensión del espacio expositivo como un todo, como una obra completa resultado de las numerosas piezas y variantes que recorren las paredes y el suelo de la sala.

'Restos de un naufragio'. Lejos de la simulación, del encuadre o de cualquier otro valor atribuible a la captación de una imagen fija, Félix de la Concha (León, 1962) emplea recursos netamente pictórico para componer unos paisajes urbanos y periurbanos que rebasan los esquemas convencionales de la simetría, la profundidad de campo o la capacidad panorámica del ojo humano se ve determinada por la preferencia cromática, por el análisis de lo observado, por el compromiso con el objeto elegido y su conversión en gestos, en luz, en tiempo en suma, a la par detenido y expandido.

En el espacio central del nivel +1 se presentan tres series distintas. North Square Park Panorama, Panorama en Lyme a través de cuatro perspectivas frontales y Dos casas, dos vistas. En ellas Félix de la Concha plantea la incompatibilidad entres las reglas de perspectivas de base matemática y la representación fiel de un paisaje extendido. Cuando todas las partes de una misma obra se pintan desde un solo punto de vista, la distorsión en las zonas más extremas se hace inevitable, pese a que de manera independiente observan una uniforme disciplina formal.

Por último, en la tercera de las salas, De la Concha aborda el problema de la representación estrábica. Penn Avenue, pintada en ambos sentidos, en sus dos manos contrapuestas, se dispone en la sala como si de un caleidoscopio se tratase. Como el propio De la Concha relata: «Penn Avenue fue la principal ruta que atravesaba todo el estado de Pennsylvania. También en Garfield, un barrio de Pittsburgh, cerca de donde entonces residía. En ese momento era una zona conflictiva en continua degradación, pero con incentivos y ayudas municipales para mejorarla, como las concesiones de estudios económicos para artistas».

'Hallazgos arqueológicos no autorizados'. Cada una de las obras de Ernesto Cánovas (Barcelona, 1971) es resultado de una fusión de técnicas, recursos y referencias abrumadora. Más allá de la apropiación de imágenes, de la suma de fotografía, dibujo y pintura, o de la combinación de otros elementos procedentes del mundo de las artes industriales y el diseño, el trabajo de Cánovas sobresale por el empleo de la sugerencia, el equívoco y la evocación como armazones estéticos.

Después de manipular digitalmente y descontextualizar la imagen inicial a través de un proceso de reducción, ampliación y recorte, transfiere estas adaptaciones a paneles de madera o, como sucede en esta exposición para el CAB, sobre aluminio.

Cánovas, que vive y trabaja en Londres, ha desarrollado la práctica totalidad de su carrera artística fuera de España. Su exposición en el Centro de Arte Caja de Burgos CAB es la primera que celebra en España en una institución museística y supone su regreso a la escena española después de seis años.

Ernesto Cánovas y Gracjana Rejmer-Cánovas, artista con la que ha colaborado en este proyecto, han manifestado en diferentes ocasiones su interés por la cultura japonesa. La pervivencia de una sofisticada tradición convive con su reverso kitsch; en no pocas ocasiones la aparatosidad tecnológica comparte con las huellas del pasado un mismo espacio. Esa permeabilidad temporal, un tanto ficticia e impostada, ha permitido a Cánovas explorar los límites entre lo aparente y lo sugerido, entre lo constatable y lo solo posible. Al descontextualizar el diálogo entre antigüedad y modernidad Cánovas presenta artefactos (por tanto, surgidos de la mano del hombre) identificables como reliquias históricas. Poco importa si lo son de un pasado remoto o de un tiempo por venir.

'Al final siempre son flores'. «Una obra con discurso previo a su forma está muerta en cierto sentido». Con esta contundencia invoca María Jesús G. Garcés la naturaleza de su propuesta artística. Una obra para la que reclama su esencia inacabada, su condición de proceso vivo y abierto cuya conclusión el artista detiene en el momento en que abandona el objeto y lo entrega al espectador, precisamente, para que este continúe con el impulso creativo, nunca cerrado, nunca concluido.

Desde hace tiempo María Jesús G. Garcés viene realizando una obra casi secreta, apenas conocida más que por unos pocos iniciados y solo mostrada en un ramillete de exposiciones muy seleccionadas y de amplia repercusión en las que reivindicaba un modo de hacer en el que la demora en la contemplación es crucial. Más que mirar, abandonarse sin prisa para construir desde la mirada una obra sutil, profunda y delicada.

Pinturas y ocasionales esculturas en las que lo táctil es casi tan relevante como lo tácito, como lo que se atisba y sobreentiende. Hilaturas y colores sin aparente significación, desprovistas de contenidos solemnes, incluso de dimensiones que lo magnifiquen, han formado parte de sus trabajos anteriores. Ahora, en esta exposición para el CAB, sus pinturas y objetos amplifican el valor de manual, de la simplicidad extrema, de lo efímero y lo frágil.

Los elementos formales que resultan de esta introspección se proclaman simples, esquemáticos y sintéticos, pero también inmediatos y cercanos. «Al final siempre son flores, siempre son paisajes porque todo es paisaje», comenta G. Garcés. Son formas que flotan en ese espacio de embargo mental que por fuerza evocan lo conocido y aprehendido. Bodegones, flores, lugares que permanecen en la memoria del arte y que asoman involuntarios en la obra de nuestra artista.