Casa Abel es uno de esos lugares que forman parte de la vida de un pueblo como O Grove. Una taberna con aires modernos que encierra la esencia de los tÃpicos establecimientos marineros. Una casa de comidas que en sus inicios funcionó, como todas sus coetáneas, como ultramarinos. Fue, de hecho, unos de los más importantes de O Grove. Y también de los más antiguos, ya que abrió sus puertas en el año 1944. Casa Abel es, por tanto, un pedazo de la historia reciente de la localidad y aún hoy conserva el espÃritu familiar que siempre la ha caracterizado.
«La de Abel» es un negocio por el que han pasado varias generaciones, y que hoy regentan los nietos de los que en su dÃa fueran los propietarios, Abel Estévez y Victoria Lores, quienes empezaron vendiendo todo tipo de productos comestibles y demás artilugios necesarios para el dÃa a dÃa. Al lado de la ropa de aguas podÃa encontrarse uno las garrafas de aceite, los botones o artÃculos de costura, e incluso azufre para darle patente a los barcos. Del techo colgaban piñas de plátanos y hojas de bacalao, y en las estanterÃas se sucedÃan todo tipo de especies a granel, latas de sardinillas que se despachaban por unidad, cajas de galletas, picón para las gallinas o tabletas de chocolate. Todo al peso.
Cuentan que a los clientes se los trataba como a los de casa, asà que si no habÃa dinero se anotaba en la libreta. Fue en su momento una de las tiendas de barrio más grandes que se recuerdan en el municipio. Contaba por entonces con pequeños escaparates dónde se ponÃan los productos más destacados, como las mariposas, esa especie de velas flotantes que iluminaban el cementerio el dÃa de difuntos. El negocio disponÃa ya de una pequeña barra para servir vino, asà que también funcionaba como taberna, aunque separada de la parte alimentación por un biombo: no estaba bien visto mirar a las mujeres mientras hacÃan la compra.
Cuentan los más mayores que Abel era un excelente tabernero, asà que a pesar de no haber nacido en O Grove, se granjeó grandes amistades entre los vecinos. Con el paso de los años, el negocio fue evolucionando, y en aquella casa comenzaron a servir comidas. El local se hizo famoso por su bocadillo de pulpo, asà que ya a finales de los años 70, lo de ir a comer tal manjar se convirtió en una costumbre, sobre todo los domingos tras salir del fútbol o de la sesión del cine. Abel se ponÃa a tocar el acordeón y aquello era cita obligada. «Montábase unha boa festa », explican los nietos del fundador. Lo mismo sucedÃa en verano, «cando se sumaban outros veciños como Paco PadÃn ou Silva e se achegaba a xente de Ourense ou algunhas que residÃan en A Toxa, con bandurrias e algún outro instrumento », cuentan. Todo ello ayudó, desde luego, a la merecida fama que hoy tiene este establecimiento, ubicado en un inmueble lleno de historia cuya estructura exterior se conserva intacta. El edificio siempre llamó la atención, ya que para aquella época era una casa enorme, y además disponÃa de baño, «todo un lujo que no tenÃan otros negocios», recuerda uno de los nietos.
El establecimiento mantuvo tienda y taberna hasta bien entrado el año 1998, cuando se hicieron cargo una de las hijas, Carmen (que no estuvo muchos años) y el nieto de Abel, Óscar. Él aún hoy continúa tras la barra del bar y es, sin duda, el alma del local. Asà que la clientela busca en «la de Abel», además de una copa de vino o una tapa, una buena conversación, y en eso Óscar es especialista. Junto a él, sus hermanos Vicky y Ramón, que se hacen cargo de la cocina, intentando ser fieles a las recetas de sus abuelos. Por eso por su carta han pasado sugerencias como la cazuelita de almejas con pulpo en salsa gallega «de la abuela Victoria», o la cazuela de garbanzos con langostinos en salsa americana «del abuelo Abel». Sin duda, una buena manera de que sigan estando presentes en el local, en el que por supuesto cuelgan fotos de ambos.
Es un buen sitio para tomar unas tapas, y lo que no puede faltar en la mesa es la tortilla, de chorizo o de lacón con grelos. Todo un clásico. Aunque en la carta se echa de menos ese bocadillo de pulpo á feira que hizo tan famoso al local y que Vicky ha pensado muchas veces en recuperar. Quizá no sea mala idea.
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