Es una escena recurrente en las películas de Hollywood. Agentes del FBI se ponen sus chalecos azules con las iniciales de la agencia federal de investigación estampadas a en la espalda y llaman a la puerta con una orden judicial en la mano. Pero la entrada en la mansión de Trump en Florida fue mucho menos ruidosa y peliculaera, según los detalles que desvela The New Yok Times. No fue un asalto, tal y como ha sugerido el expresidente. Los agentes hicieron un registro relativamente discreto. Trump no estaba en la ciudad y su club estaba cerrado. Además de la vivienda particular de Trump y sus jardines privados, el complejo de Mar-a-Lago en Florida cuenta con 126 habitaciones y abarca 10 000 metros cuadrados en los que se encuentra un club exclusivo con habitaciones de invitados un spa y otras áreas recreativas.
Cuenta el New York Times que los agentes empezaron registrando un trastero del sótano donde se guardan sillas de playa y sobrillas. Después pasaron al depacho de Trump, en el segundo piso de la casa principal. Allí reventaron una pequeña caja fuerte como las que suelen tener los hoteles. No encontraron nada relevante. Después pasaron a la zona residencial de la mansión. Al final se llevaron cajas con documentos. El Times no especifica el número, pero otros medios hablan de una docena.
Desde hace meses los Archivos Nacionales, encargados de preservar la documentación presidencial, ha mantenido un tira y afloja con los abogados de Trump al echar en falta material oficial que saben quen existe y que creen que puede estar en manos del expresidente. El desprecio por las normas relativas a los documentos oficiales ha sido constante durante la presidencia de Trump. El propio presidente solía romper papeles oficiales y los tiraba por el retrete, según The New York Times.
La actuación del FBI se ampara en una ley más bien obscura: la Sección 2071 del Título 18 del Código de Estados Unidos tipifica como delito la ocultación o eliminación de documentos del gobierno. El condenado puede ser castigado con multas o una pena de prisión de hasta tres años. Más relevantes es si un procesamiento o condena por este u otros delitos podría inhabilitarle para competir por la presidencia. No hay antecedentes, pero parece muy difíci que puedan evitar que se presente en 2024.
Meses antes de abandonar la Casa Blanca, Trump solía odernar a sus asistentes que le llevaran documentos a su residencia de Mar-a-Lago. El proceso se hacía sin la supervisión adecuada. Los responsables de controlar el rastro de la documentacion oficial no saben ahora qué es exactamente los que se pudo llevar a Florida. Cuando dejó la presidencia, Trump se llevó a Mar-a-Lago cajas con papeles que incluían, entre otras cosas, cartas del presidente coreano Kim Jong-un que Trump suele exhibir a sus invitados como si fueran piezas de un coleccionista.
En enero de este año, un funcionario de los Archivos Nacionales voló a Florida y pudo recuperar 15 cajas de documentos, regalos y otros bienes propiedad del Estado. Al revisarlos encontraron varios con información sensible y material clasificado que afecta a la seguridad nacional. Los archivistas también descubrieron que el expresidente no había devuelto documentación que, según ellos, debe estar en posesión de Trump. Fue en ese momento cuando contactaron con el Departamento de Justicia (del que depende el FBI) por el temor a que documentos clasificados no estuvieran en manos seguras.
A lo largo de la primavera, agentes federales se reunieron con Trump y sus abogados. Aseguran que "cooperaron de manera extrema" con el FBI, que en sus visitas previas les dieron acceso libre a la casa de Florida y que revisaron todo lo que hay en Mar-a-Lago en busca de información clasificada y enviaron un informe a Justicia detallando lo que Trump había devuelto.
Pero en las últimas semanas, los agentes pusieron en duda que Trump hubiera devuelto todos los documentos con información clasificada. Esta incertidumbre les llevó a pedir una orden de registro a un magistrado federal y lo que hasta entonces había sido una investigación discreta, fuera del foco público, se convirtió en un caso explosivo y sin precedentes: agentes del FBI entrando con una orden de registro en la residencia de un expresidente de Estados Unidos.