Faros, fantasmas, tormentas y naufragios: el salvaje fin del mundo de Cornualles

2022-08-19 18:57:13 By : Ms. Cassiel Zhou

Última hora de los incendios: ​el fuego no da tregua en la Comunidad Valenciana

El faro de Tévennec se halla en el Raz de Sein, cerca de la isla de Sein, frente a la cosa de Plogoff, en el Finistère francés

Felip Vivanco / Mané Espinosa (fotos)

Esto es el fin, el infierno que hoy se disfraza con aguas mansas. Una piel negra, fina y frágil que en días de tormenta se eriza, y saca las garras que hacen añicos goletas y pesqueros desde hace siglos. “Esto es el fin del fin, el infierno del infierno”, señala el capitán de la lancha rápida mientras rodea uno de los faros más desolados y resistentes de la Bretaña y de la costa atlántica francesa. 

Es el musculoso Ar Men erguido frente a la costa bretona en el paso del peligroso Raz de Sein, una fosa de corrientes y el collar de roquedales que se extiende a lo largo de 24 km y que con la niebla son poco menos que invisibles. 

El Finistère francés sigue conservando sus grandes éxitos: las ostras, la concurrida Ville Close de Concarneau, la mantequilla semisalada, Quimper, los palets dulces, Locronan, las crepes y las galettes, los paisajes de Gauguin y Sérusier en Pont-Aven, Max Jacob, las nubes gigantes de hortensias, la sidra, Jacques Villeglé, el queso tome brocéliande…

Y sin embargo son los faros, achacosos, con sus barandillas oxidadas, sus paredes despintadas los que escriben el episodio más vibrante de una región que respira sal, alga y bruma. Que se mueve a la velocidad de los delfines o de la pereza de las focas encima de las rocas.

Pescadores del puerto de Saint Guénolé, en Penmar'c al final de su jornada después de descargar sardina y arreglar las redes

El puerto de Saint Gúenolé, en Guilvinnec-Penmarc'h, es el lugar menos turístico de la Bretaña (Breizh en la lengua autóctona, emparentada con el galés) y además, el olor a pescado es muy intenso, tal vez demasiado. Pero da gusto ver a los pescadores como distribuyen en cajas las sardinas plateadas (tesoro local que alimenta a tantas familias que trabajan en conserveras) y luego, cómo tapizan de rojo el muelle con sus redes para limpiarlas, remendarlas y luego recogerlas.

Rumbo a la isla de Sein, el último trozo de tierra francesa ya de camino a América, acompañan el trayecto ballenas pequeñas y la memoria de todos los naufragios que han hecho historia. El de la corbeta Sané que se fue a pique la noche del 23 al 24 de septiembre de 1859 y que provocó la construcción años más tarde del Ar Men. 

El faro de La Vieille (o Ar Groach en bretón), contruido entre 1882 y 1887, fue el penúltimo en automatizarse en Francia

El de la goleta La Surprise, hundida el 19 de febrero de 1926, pereció toda la tripulación, diez marineros, en las aguas frente a Plogoff. O la catástrofe del Séduisant en 1796, bajel con 900 hombres y 37 cañones por banda camino de Irlanda y que, ante la presencia de los ingleses, se aventura por el Raz de Sein: más de 600 tripulantes perdieron la vida.

Los faros se dividen entre categorías: paraíso, purgatorio e infierno. El de La Vieille (o Ar Groach en bretón) se asienta entre aguas tan agitadas que solo las obras para acabarlo (entre 1882 y 1887) fueron un calvario. Desembarcar y poner los pies en el peñasco tampoco era nada fácil.

Uno de los muelles de la isla de Sein, el de los Franceses Libres, fotografiado el pasado 23 de junio

Está York y Nueva York. La Zelanda danesa y Nueva Zelanda. Caledonia (el nombre en latín de Escocia que los romanos nunca lograron conquistar) y Nueva Caledonia. Está la Cornualles inglesa (Kernou) y la francesa (Kernev o Bro Kernev). Las similaridades lingüísticas, paisajísticas e históricas están ahí. Es relativamente fácil de explicar. Una serie de príncipes del actual Cornwall, el condado inglés, emigraron al Cornouaille francés, llevaron sus santos, leyendas y lengua que en un origen era común y que luego derivó en tres variantes hermanas: el galés, el bretón y el córnico.

El ojo de la Bretaña: el faro de Eckmühl, uno de los más suntuosos de Francia, se asienta en la localidad bretona de Guilvinnec-Penmar'c

La salud mental de los fareros era tan precaria que las autoridades decidieron que la etiqueta de infierno pasara a purgatorio enviando un segundo operador. Pero muchos de ellos eran veteranos mutilados de la Gran Guerra a los que los 120 escalones eran un castigo adicional.

Si La Vieille da miedo, el faro de Tévennec (Tavinnog en bretón) da pavor. Las olas lo sacuden, las leyendas lo maldicen. Algunas de esas historias, es cierto, están adornadas, pero no es menos cierto que el primer operador, un tal Guézennec, enloqueció. Y también el segundo, apellidado Ménou. Y que otros posteriores murieron.

Un faro de infierno sólo tenía un mecánico. La soledad era aterradora igual que las voces que creían oír. En este faro, el efecto del oleaje rompiendo contra las oquedades de la roca suena algo así como “kers cuit, kers cuit”, que en bretón significa “vete, vete’. La leyenda maldita del Tévennec la contrarrestan las familias enteras que vivieron felices durante unos años con sus hijos e incluso con una vaca.

La ruta de los faros del Raz de Sein es monumental y nunca es igual, porque el viento y las ojas redibujan el paisaje a cada rato… y también es distinta la aventura de quien va a bordo de las lanchas. En días de marejada se quedan amarradas en el continente, en días de aguas tranquilas, las zódiac parecen cuadrigas tiradas por delfines que se encabritan y juegan con los pasajeros rociándoles de agua.

Además de ballenas enanas y los delfines que acompañan a las embarcaciones el atractivo de los faros se complementa con la presencia de las focas 

El mar cansa y da sosiego. De regreso a tierra, y después de contemplar trozos de infierno y purgatorio, el paraíso se yergue tan majestuoso como un cohete a punto de ser disparado en misión espacial.

El faro de Eckmühl tiene casi 70 metros de altura, luce forma octogonal y una decoración excelsa: acabados de madera noble, escalones de granito, paredes forradas de azulejos de opalina, una corona rodeando la lente… Un palacio vertical y ornamental, algo extraño para este tipo de construcciones, tan extraño, a priori, como su nombre alemán. 

Alexandra Coetmen ejerce de sherpa en la ascensión a la cima del faro, un total de 307 escalones, con su balcón que rodea la torre. “La condesa Adélaïde-Louise d'Eckmühl de Blocqueville, sin descendencia, donó 300.000 francos de la época, un millón de euros de la época, para erigir este faro que llevara el nombre de su padre, Louis-Nicolas Davout, príncipe de Eckmühl, batalla de 1809 que ganó bajo las órdenes de Napoleón”. 

Calles de Locronan con la iglesia de Sant Ronan del siglo XV al fondo

Alcanzar el cielo nunca fue fácil y en ocasiones tampoco lo es llegar al altar, ya ni siquiera para casarse, simplemente para admirarlo. En la catedral de San Corentino de Quimper vienen curvas para admirarlo porque, efectivamente, la planta gira ostensiblemente a la izquierda como presunto resultado de muchas reconstrucciones, añadidos, guerras y el paso y declive de unos cuantos imperios. Quimper huele a crêpe dulce de caramelo de mantequilla salada y a galette de queso tomme. Tiene un pasado marítimo esplendoro y un jardín botánico abierto al público que lo es más y unas casas con vigas verticales a la vista igual de bonitas que las de Colmar. En la vecina aldea monumental de Locronan otra iglesia, dedicada a San Ronan, cuesta de alcanzar pues está construida sobre una colina y para alcanzar a ver la figura del santo irlandés hay que subir la cuesta, pero vale la pena.

El faro Ar Men es uno de los principales seguros para que las embarcaciones eviten el collar de roquedales que forman el Raz de Sein

Los gastos se dispararon y el estado francés puso una cantidad equivalente para construirlo y dar muchas más seguridad a la navegación en la zona. “Este es un faro de tierra, es decir de categoría paraíso –explica Coetmen- porque el farero, cuando se acababa su turno se iba a casa con su familia. El puesto en este tipo de faros se conseguía con los años, cuando se adquiría rango. En los primeros años, los guardianes tenían que empezar por los faros más aislados y peligrosos”.

Alexandra Coetman es la responsable del faro de Eckmühl, 307 peldaños y 65 metros de altura

La costa del Finistère francés está marcada por el respeto al mar, los naufragios y los botines que de ellos afloran. “Siempre hubo dos tipos de pillaje –ilustra Coetmen, responsable del faro-, el de las personas que recogían lo que llegaba a la orilla y aquellos que podían llegar a provocar naufragios colocando luces para confundir a la tripulación”. 

Hoy en día la historia es mucho menos trágica… y bastante más cómica. Incidentes graves de navegación ya no suele haber… pero es bien sabido que hay contenedores que se caen de los cargueros. 

“Ha pasado varias veces –ríe Coetmen- que cuando la carga llega a la orilla, la gente se lanza a ver qué se lleva a casa. En una ocasión eran zapatillas deportivas y en otra pantuflas… pero estaban revueltas y había que buscar un par con el mismo número”.

Las risas no acaban. Los responsables del faro reciben llamadas telefónicas de personas indignadas porque no están contentos con el atún en lata o las sardinillas en aceite de girasol que llevan el nombre del faro. “Esto no es la fábrica de conservas, no tenemos nada que ver”, responden.

El faro de Tévennec se halla en el raz de Sein, cerca de la isla de Sein, frente a la cosa de Plogoff, en el Finistère francés

Au Vieux Quimper, 20 Rue Verdelet. Creperieauvieuxquimper.fr ​Le Cosy, 2 rue du Sallé ​Copper J, 22 rue du Frout. Copperj-restaurant.com

​Case de Tom, 27 quai des Paimpolais ​Le Tatoon, 4 quai des Français libres

Le Chantier, Quai Carnot, bâtiment Ouest Restaurant-lechantier.fr/ ​L’Amiral, 1 avenue Pierre Guéguin Restaurant-amiral.bzh ​Le Bélem, 15 avenue du Docteur Nicolas Lebelemrestaurant.fr

Hôtel Ty Mad, 3 rue Saint-Jean Tymad.com

Le Sterenn, 432 Rue de la Joie. Hotel-sterenn.com

Un delfín se pasea por el interior del puerto de la Isla de Sein durante la marea alta

Penmarc'h: L'Archipel. Puerto de Saint Guénolé. +33 (0) 6 58 13 74 35

Museo de Pont Aven, Place Julia. Museepontaven.fr

Tourismebretagne.com ​Acteurs.tourismebretagne.bzh ​Vacaciones-bretana.com

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