La lonja de la gamba roja

2022-09-02 18:58:33 By : Ms. chen yee

Amanece en Garrucha (Almería) y los barcos ya han salido a faenar. No regresarán hasta las seis de la tarde. De seis a seis. En verano las jornadas en la mar suelen ser más tranquilas. Las embarcaciones más pequeñas llegan primero a la lonja para descargar su mercancía, que es rápidamente subastada. Entre su género de artes menores, clasificado en la misma cubierta del barco, figuran camarones, pescadillas, pijotas, sepias, jibias. Más tarde, llegan los barcos más grandes, los ocho de arrastre.

En las gradas de la lonja comienzan a sentarse dueños de restaurantes, pescaderos y cocineros. Con su dispositivo móvil personal en la mano esperan a que las cajas de pescado sean colocadas en la cinta y así poder parar el precio que corre a la baja en las pantallas.

El ritmo es frenético, pero ninguno de los presentes hace ni siquiera una mueca de tensión o nerviosismo. Para ellos, un día más en la oficina. Precisamente este ambiente es el que atrae a los curiosos que se asoman cada tarde para ver cómo en una hora se vende absolutamente todo, entre rapes, gallopedros, rayas o salmonetes.

Los compradores tienen su estrategia para lo que vienen buscando entre las 300 a 400 cajas que pasan por la lonja en un día. José Antonio Cayuela es uno de ellos, aunque además de pujar desde la grada, sale a pescar con su arrastrero ‘Guapo’. Por su parte, Antonia es la encargada de registrar informáticamente en su cabina a pie de cinta la mercancía comprada. El etiquetado resulta imprescindible para garantizar la trazabilidad del producto, así como poder identificar su origen. Igualmente, desde este punto, la cadena de frío no se debe romper.

Como cada día, de lunes a viernes, pujan por cada especie de pescado de forma separada, por orden de llegada y siempre de mayor a menor calibre. Si bien, en esta lonja existe una pequeña peculiaridad, y es que guardan la joya de sus mares para el final de la subasta: la gamba roja. Este crustáceo, ligado al pueblo y a su lonja, ha situado al municipio en el panorama gastronómico.

La aristeus antennatus siempre se encuentra en la misma zona,

entre los 700 y 800 metros de profundidad, por lo que los pescadores navegan con algo de garantía. Sin embargo, como afirma Cayuela, “los que llegan antes pescan más por haber ocupado el mejor sitio. La gente no lo entiende, pero el mar es como la tierra, hay elevaciones, picos, y nosotros sabemos por donde pasar para no dañar las redes ni el fondo. Para eso tenemos la cabina del barco repleta de pantallas y aparatos, que parece una nave espacial”.

El precio de salida de la gamba roja en la lonja es de 120 euros el kilo, aunque finalmente sean subastados por algo menos de la mitad. Para los pescadores estos precios no son lo peor, sino la situación de “incertidumbre” en la que viven. Varios frentes abiertos como las regulaciones de la Unión Europea, la falta de relevo generacional, los precios actuales de la gasolina (el depósito de un arrastrero tiene capacidad para 1000 litros) y la contaminación de mares y océanos amenazan directamente su actividad. Factores que están íntimamente ligados entre sí. En este sentido, lamentan que las autoridades escuchen más a ecologistas que a los profesionales del sector, “los primeros interesados en que el mar esté limpio y haya pescado para pescar somos nosotros”.

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